Matas mi voz sin alcanzar a tanto
golpe impío, me mandas a la trena
“raso” engreído sin gloria ni otra pena
golpista artero, oscuro desencanto .
Mi voz se escucha a pesar de la muerte
quizás más alta en estas desventuras
de nada vale atar con ataduras
lo que retiene esencia tanta suerte.
Ya ves, “caudillo” ya se te ha olvidado;
yo por contrario ostento mi memoria,
mis versos viven, a uno a otro dado,
aunque la vida a modo me has hurtado.
A los poetas les pido desde ahora
sementera del verso torturado.