Querido adiós, hoy vengo a despedirme
por si alguien celebrara mi regreso,
dejando en mis mejillas solo un beso
de las buenos, los grandes, el más
firme.
Me voy con golpecitos en la espalda
sin apenas hacer nada de ruido,
quizás un sentimiento mal herido
de color muy parejo a la guirnalda.
Este tiempo de paso encadenado
de rodares sin ruidos, de puntillas,
con perfumes de flores amarillas
que repartiera un pétalo dorado.
Un ramo de deseos tan sentidos,
austeros, delicados y vividos.