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viernes, 1 de abril de 2016

A QUIEN CORRESPONDA


Foto Tiguaz

La situación se presentaba complicada y el tiempo no era un factor que jugara a favor de ninguno de los dos implicados en el caso, era un pulso, tira y afloja tratando de saber cuál era más fuerte, que criterio debería prevalecer en situación tan  compleja.
La razón aconsejaba una cosa y el corazón todo lo contrario; había transcurrido demasiado tiempo entre caricias y besos, abrazos tiernos, profundos además de otras cosas que seguramente el lector bien supone. ¿Qué tendría que suceder en adelante?
El calor de aquella mañana de septiembre de 2015 no acompañaba en absoluto, es más, hacia que el abotargamiento de los sentidos se hiciera si cabe demasiado patente. ¿Sería bueno un paseo por la orilla del mar con los pies en el agua?
La playa estaba a cinco minutos de casa, el coche en el garaje y el bañador en el segundo cajón de la mesilla de noche, para sus adentros pensó en la toalla azul  que con los otros tenía bien ubicados, era cuestión de minutos.
El ascensor respondió como no podría haber sido de otra forma a su requerimiento, en un abrir y cerrar de ojos, la llave calada en la cerradura de la puerta daba absceso a la plaza de garaje donde su coche, cómplice de alguna que otra travesura lo aguardaba pacientemente.
El mando a distancia realizó como otras veces la función de llave y en un abrir y cerrar de ojos, la calle los esperaba con “el asfalto abierto”. No deba la impresión de que el verano terminara, el tráfico intenso de camino hacia la playa, por ende, se podía pensar que los bañistas serían  acordes a las anteriormente dichas circunstancias.
No pude resistir el conectar el aire acondicionado, el calor, 28 grados, era asfixiante, probablemente el que las ventanillas estuvieran cerradas sería una de las causas, de todas maneras  no se si ciertamente estaba agobiado por esas circunstancia o quizás fueran de otra índole que seguramente estaréis suponiendo.
Como suponía la playa estaba atestada  a pesar de su longitud solo suponer la cercanía de algún cuerpo en este momento rompía mis esquemas, es por todo ello, que decidí continuar por la carretera de la costa hacia una pequeña cala situada bajo las murallas del parador del Conde de Gondomar, en la cercana Baiona, total los kilómetros que nos separaban eran escasamente unos veinte, un sitio ideal para comer desde que se pueden contemplar las isla Cíes, sería el restaurante “O Moscón” , al lado del puerto deportivo, la playa seguro que tendría poca gente
La música de mi cantautor preferido,  Joaquín Sabina, en el recopilatorio titulado “ Esta Boca es Mía “ de algún modo tapaba las grietas que mi cabeza detectaba, puedo asegurar que eran bastantes y demasiado profundas, de todas las maneras tenía que asumirlas salvo que la tirantez del pulso cediera hacia el otro lado. Baiona a la vista, el Parador también, la playa a tiro de piedra, cumplía ahora aparcar el coche dentro de la misma fortaleza, tomar un simple café y bajar a la playa.
Desde las almenas la vista era impresionante.  Las Cíes, las Sícas de los romanos, daban abrigo a la Ría de Vigo, después, solo Atlántico; recordar  al lector que el Puerto Real, así se conoce al que nos ocupa, fue el de arribada de Colon con su carabela  la Pinta al  regresó del nuevo mundo, de hecho, una réplica de esta se encuentra amarrada al espigón del puerto.
El agua fría y clara, la fina arena, recibían mi visita, el pasear con los pies sumergidos en el líquido elemento seguramente contribuiría a descargar alguna tensión que otra.
De improviso y sin razón alguna, una sombra fotográfica, nublo mi mente, era tu retrato; sobresaltado desperté, quise acariciar aquel soñado cuerpo y solamente me encontré la almohada. Solamente fue un sueño, un hasta no se cuando y es que cabía un regreso, luego nada.

Soy el tonto de la planta de los pies
el que alivia frotando tus dolores
alguien necio y muy torpe, ya lo ves,
el marciano que a veces te trae flores.
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